martes, 4 de diciembre de 2007

CÓMO LLEGAR AL CIELO

Sé que es ella porque pasa frente a mi hotel justo cuando estoy a punto de abrir la puerta. Va lamiendo un helado y no se da cuenta de que estoy allí. Los taxistas en fila la miran. Lleva minifalda negra, una blusa canaria con escote, sin mangas, y unos tacones que se amarran a sus piernas como zapatillas de ballet. Se detiene frente a una farmacia y pregunta por algo, pero no alcanzo a escuchar. Cruza(mos) la calle y atraviesa la plaza. En cuanto sube a la banqueta, acelera el paso y adquiere una velocidad impresionante sobre sus tacones. Me recuerda las vacas que cruzan un río de pirañas. No seré yo, no seré yo. Un hombre la detiene y le pide unos minutos para explicarle cómo llegar al cielo. Ella no le contesta, sólo sigue caminando como si el profeta no estuviera allí. Yo hago igual. 

La veo engullir la  parte inferior del cono; se chupa los dedos. Al caminar, se jala la falda hacia abajo, tal vez un tic nervioso, o más bien una medida de prevención para que la falda no se encarame a sus muslos anchos. Atraviesa un campo minado de palomas y no disminuye el paso sino hasta llegar al otro lado de la plaza. Espera(mos) un tiempo a que dejen de fluir los carros y vamos al otro lado. Se detiene frente al aparador de la tienda de telas y mira los cristales llenos de adornos navideños. Titubea un poco y y se acerca a la pila de prendas en liquidación que está a la entrada de la tienda. Hay muchas mujeres allí, pero es como si no estuvieran. Sólo ella que levanta algo de color amarillo (¿su color favorito?). Lo mira por unos segundos, recorre las fibras con sus dedos. Tiene uñas magníficas. Se acerca la tela a la nariz y aspira por unos segundos antes de dejarla caer a la pila.

Sale caminando rápido, como si quisiera borrar esa parada. ¿Le avergüenza? Le veo la cara de frente al fin. Seguro que tardó mucho en maquillarse. Tiene una quijada con ángulos demasiado severos y un cuello que no sería de cisne en ningún poema, pero está claro que los ojos verdes y esos labios enormes cubiertos de rojo son la causa por la que estoy aquí. Aunque me ha visto, no sabe que soy.

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