miércoles, 5 de diciembre de 2007

HUELE A PERFUME, A SORBO DE CAFÉ Y GASEOSA DE NARANJA

Huele a café. La galleta cruje en mi boca. Alguien cierra la puerta. Alguien abre la puerta ahora mientras sonríe.
Se destapa un refresco y se me antoja. Una empanada de cajeta, una orejita de hojarasca y esa bebida burbujeante de naranja.
Crujo otra galleta: azúcar y canela. Crujen los grafitos deslizándose en las hojas. Alguien sacude y borra sus percepciones. La mesa cruje cuando aborda de nuevo las ideas. Un sorbo de café.
Cruje el teclado, sus manos llevan un discreto barniz rosa.
El aire acondicionado es evidente, no porque cruja como lo otro, pero tiene su manera de no crujir y hacerse presente.
Huele a perfume, a sorbo de café y gaseosa de naranja.
Es un perfume floral pero la alfombra sólo es hojas. Y hay cuatro macetas, una por esquina de recinto, como árboles sintéticos, sólo hojas.
Tres lámparas alumbran este lugar. Vibra un celular y alguien tiene un sobresalto. Alguien contesta: bueno. Se para rápidamente y sale alejándose puerta atrás.
No hay silencio. Quizá el silencio no exista. A lo que llamamos silencio ahora es ese crujir de lápices deslizados, teclas digitadas, gargantas y puertas que se abren. Pisadas sordas.
Hay hielo también y vasos. Quisiera abrir una Coca Cola pero alguien abre a puerta y entran dos.
Y otros más.
Ya pasaron quince minutos

CAI

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