martes, 4 de diciembre de 2007

TÚ Y LA MUJER DE LAS ROSAS

Al edificio del que sales y a la carretera nacional los separan tan sólo diez metros de tierra y piedras. Caminas hacia el estacionamiento, buscas un auto gris. Abres de ese auto la puerta que rechina y truena. Te inclinas unos segundos. Algo buscas. Te incorporas con un objeto en cada mano: en la derecha un cartapacio azul, en la otra un refresco de dieta. Te echas a andar por la acera, casi despreocupada, con rumbo al centro. Es un pueblo pequeño, no vas a demorarte mucho. Ambas manos van abajo, una abanica el documento, la otra quiere mantenerse firme. Te cruzas en el camino con una pareja que lleva un bebé montado en una bicicleta. Buenas tardes, dices. Buenos días, responden ellos. Lo que sigue son intercambios de frases y risitas corteses. Una bolsa de polietileno hace acrobacias frente a tus ojos, no es que vuele sino que se mueve a merced del viento.
Con su permiso, le dices a alguien que va delante de ti en una acera demasiado estrecha. Un autobús se detiene en el acotamiento. Un instante, cosa de segundos en un paradero. Baja de ahí una persona que no volteas a mirar.
Allá adelante detienes tus pasos y hablas con una mujer que se agacha y pone un solo pie en la acera para atar las agujetas de sus zapatos deportivos. La mujer, que no debe tener más de treinta y cinco, carga un ramo de flores. Calculo media docena de rosas. Hablas con ella de algo que no alcanzo a escuchar.
Caminan en la misma dirección. Tú adelante, ella atrás. Algo hablan, algo importante a juzgar por el manoteo, pero no escucho sus voces hasta que hablan con terceros.
Adiós, dices tú; buenos días, dice ella, a un hombre que las saluda desde un taller de soldadura. Una pick up está dando vuelta en la esquina hacia donde ustedes van al tiempo que en la carretera está pasando un camión "doble semirremolque". La conversación entre esa mujer y tú es para mí inaudible.
Debo darme prisa.
Las alcanzo. Ahora las puedo escuchar; le estás platicando a ella algo que otra persona te dijo: Me dijo voy a decirle algo, pero yo... Y bajas la voz. Paso a un lado de ustedes. Me adelanto. Llegamos a la primera esquina.
Hasta aquí voy, dices ahora en voz alta, ¿para dónde vas tú? La mujer guarda silencio, duda sólo unos segundos, luego responde: Te acompaño.
JP

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