martes, 4 de diciembre de 2007

DEMASIADA BLANCURA

Hay mucha luz aquí, demasiada blancura. Tonos claros en el techo y en las paredes de un salón casi vacío. Allá atrás los sanitarios y el rechinar de suelas en un piso recién lustrado: dos hombres vienen de allá y pasan detrás de mí. Los veo. Me ven. Salen por una puerta de dos hojas. El salón es amplio, demasiado para una sola persona. No hay más gente aquí, pero de algún lugar muy cercano viene la voz de Ella. Una canción que no entiendo. Gritos largos, gritos cortos; sofocados de vez en vez por otros ruidos que pueden provenir de puertas que cierran. Acá hay un susurro largo, el zumbar de la calefacción y las balastras. Alguien, en los sanitarios, dejó mal cerrada una llave. Me duele el tobillo izquierdo y lo bajo de la rodilla derecha en la que lo apoyaba. Se me alivia el pie; también la otra pierna descansa. Siento cómo se afloja, cómo se despega la tela de la piel. Ahora el malestar en la espalda por acodarme en un sillón rojo de tejidos demasiado ásperos. Una alarma suena.
JP

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